sábado, 9 de noviembre de 2013
Robinson Crusoe de Daniel Defoe
Mi nombre es Robinson Crusoe. He vivido muchas aventuras. Una vez, el barco en que navegaba se hundió en una tormenta. Sin embargo, tuve suerte. Fui arrojado a la costa de una isla desierta. ¡Un perro del barco también se salvó!
Después de explorar la isla, descubrí que estaba solo. No había nadie más allí. Por suerte para mí, pude salvar mi hacha y mi fusil del naufragio. Primero me hice una casa con la vela. Más tarde encontré una cueva y me instalé allí. Cazaba animales y hacía ropas de sus pieles. Recorría toda la isla en busca de comida.
Era difícil acostumbrarse a estar siempre solo. Hacía muchas cosas para mantenerme ocupado. Daba paseos y recogía frutas. Me hice amigo de un bello papagayo. Sus plumas tenían los colores del arco iris. Un día, herí una cabra en el bosque. la llevé a mi cueva y la ayudé a curar.
Pronto descubrí más cabras en el bosque. Les construí un corral junto a mi casa. Las cabras me daban leche. Sembré muchas semillas para tener frutas y vegetales que comer.
Pasaron muchos años. Las plantas surgidas de mis semillas crecieron y formaron un huerto que cultivaba cuidadosamente. Obtenía toda mi comida del huerto. Me hice amigo de todos los animales del bosque, de un mono, y de los peces del mar. Pero lo que realmente deseaba era un amigo humano con quien hablar. Porque no podía hacerlo con ninguno de mis amigos animales.
Una mañana vi huellas en la arena. ¡Era huellas de pies humanos! ¡Había alguien más en la isla! Al seguirlas, encontré varios hombres pintados. Conducían a otro hombre, cuyos pies y manos estaban atados. Cuando los hombres pintados finalmente se marcharon, corté las cuerdas del pobre prisionero.
LLamé a mi nuevo amigo Viernes. Como lo había rescatado un viernes, me pareció buena idea llamarle así. Desde el principio Viernes me ayudó a plantar semillas y a cuidar de las cabras. Parecía que disfrutaba viviendo en la isla conmigo. Por la noche nos sentábamos juntos cerca del fuego. Viernes era muy inteligente. No conocía la lengua que el hablaba, así que lo ayudé a aprender la mía. Le enseñé algunas canciones y le describí los lugares que había visto. Mis relatos le llenaban de asombro.
Le mostré a Viernes cómo usar mis herramientas. Juntos fabricamos una pequeña embarcación utilizando los troncos de algunos árboles.
-Mi país está muy lejos-le expliqué.- Nunca podría hacer el viaje en un pequeño bote como éste. ¿Por qué no tratas de regresar a tu isla? Está muchos más cerca. Viernes me dijo: Soy tu amigo. Nunca te abandonaría.
Una tarde vimos a varios marinos que habían desembarcado en nuestra isla. Se hallaban bastante lejos. El perro y yo tuvimos que correr mucho para alcanzarlos antes de que partieran. Al fin llegamos junto a ellos. Eran el capitán de un buque y algunos tripulantes. Su barco se encontraba muy cerca. Estaban buscando frutas y agua fresca. Les dimos algunas frutas y leche. Apenas podría creer que viviésemos tan bien en la isla. El capitán me ofreció llevarme de regreso a mi país.
¡Finalmente llegaba el momento de abandonar mi hermosa isla! Había vivido solo en ella, pero había llegado a amar la isla y sus animales. Viernes y el perro venían conmigo. Dejábamos atrás las cabras, nuestro hogar y la bella playa blanca. Aquel día terminó mi maravillosa aventura.
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